martes, 11 de agosto de 2015

El diagnóstico

Las noches iban dejando paso a los días, y yo estaba cada vez más desesperada. No sabía qué hacer para encontrarme mejor, para no odiar el momento de comer, para no llorar cuando me ahogaba tragando hasta mi propia saliva. Sobre todo necesitaba entender. Necesitaba saber si aquello estaba en mi cabeza, si como todos decían me lo estaba imaginando. 

No contaré que me daban ganas de tirarme por la ventana o que cada vez que me ahogaba sentía morir. Eso no se dice. No se dice porque los que están a tu lado se preocupan cada vez más, se sienten impotentes por no poder ayudarte, y bastante preocupados estaban ya. Además, pensarían una vez más que estaba todo en mi mente, en mi cabeza. 

A mi desesperación de cada instante del día se le sumó que los resultados de mi endoscopia no me los darían hasta seis meses después. Se me cayó el alma a los pies. ¿Podía aguantar ese tiempo sin saber qué me ocurría? 

Sin embargo, el diagnóstico no se hizo esperar tanto. Por suerte, mi médico accedió a darme los resultados: Esofagitis Eosinofílica. ¿Qué era aquello?



No hay comentarios:

Publicar un comentario