A veces echamos la vista atrás y nos recordamos a nosotros mismos, nos vemos a través de nuestros ojos, de nuestros recuerdos, de lo que sentíamos en aquellos instantes. Es evidente, las cosas han cambiado. Y lo notas, claro que lo notas, te das cuenta porque ríes más, porque tienes más ganas de besar, porque puedes estar sentada tranquilamente sin hacer nada, puedes volver a devorar un libro, puedes volver a hablar por los codos sin que haya nada que te haga detenerte. Claro que las cosas han cambiado, que el pozo ya no es tan grande, que el miedo es más pequeño, y la angustia se va disipando. ¿Entonces ya esta? ¿Todo ha acabado?
Algunos te dirán que ya está, que si estas mejor pues se acabó, pero no,estar mejor no es estar bien. Sencillamente comparas, y antes estabas mal, muy mal. Echas la vista atrás y te ves hace un meses, ¿lo pasaste mal, eh? Si que lo hice, sí. Por eso me veo ahora, y la chica que se encuentra hoy frente al espejo no es la de hace unos meses, pero aún así no estas bien, aún no. Poco a poco te dicen, hay que tener paciencia, sí.. yo te veo mucho mejor. Esa es la última frase del momento. Pero ellos no saben, desconocen muchas cosas. No se sabe que se sentía ni qué se siente hoy. Hay que estar dentro para saberlo, porque sabes que por mucho que lo expliques no lo entenderán. Porque lo único que saben entender es lo que ven a través de sus ojos... y ven que sonríes, que ya no necesitas estar en continuo movimiento, que has vuelto a comer sentada, que has cogido peso... por tanto ya estas bien. Pero no, es sólo que has estado tan mal que por una vez en mucho tiempo vuelves a ser un poquito tú. Y te mueres de ganas de volver a ser la de siempre, pero sabes que aunque no volverás a ser la chica de hace un par de años volverás a reír a carcajadas.