jueves, 29 de octubre de 2015

¡Sois de otra especie mamis!


Esta va por vosotras, sí, por ti que te escondes para llorar de rabia e impotencia para que tu niña no te vea y dedicarle la mayor de tus sonrisas. Sé que por dentro tiemblas. Por ti, que aprendes mil recetas nuevas para que él coma un poquito mejor. Y por dentro estas muerta de miedo... ¿Y si le sienta mal? Por ti, que has peleado contra aquellos que no te creían. Sí, una madre sabe cuando algo no va bien, cuando las cosas no son como deberían ser, cuando lo que más quieres en esta vida lo está pasando mal. Sé que debe encoger el corazón, sé que os cambiaríais por ellos, sin vacilar, sin el menor atisbo de dudas. Para bien o para mal no se puede. No se puede. 

Dicen que es la realidad que nos ha tocado vivir, y que debemos enfrentarnos a ella. ¡Qué os lo digan a vosotras! Habéis luchado como heroínas, porque no sólo lo habéis hecho contra los malditos eosinófilos (como dice mi padre) también lo habéis hecho contra los demás, médicos, conocidos, amigos e incluso la familia. Para muchos erais histéricas, madres a las que vuestros hijos "os toreaban" porque sencillamente no les apetecía comer. 

¡Qué impotencia! Cuando acudes a un médico y ves que este no te cree, o no se toma tu enfermedad en serio. ¡Qué triste! Cuando sólo necesitas apoyo para sobrellevarlo lo mejor posible y ves que a tu alrededor solo hay vacío. Aunque me hago una idea de lo que sentís, no puedo hacerlo del todo. Sólo lo vive quien está dentro. No sé vuestra historia completa, pero las pinceladas que he visto de vosotras me encantan, porque a pesar de la dificultad, habláis con una sonrisa en los labios aunque por dentro sé que tembláis. A veces creo que esa fortaleza os la dan ellos, porque esos enanos sí que son valientes, más que los adultos. Un día me dijisteis que es más fácil cuando se es un niño, sí, creo que ahí todo es más sencillo. ¿Cuando es que volvemos a serlo?

Es verdad que no he hablado de la mía, me cuesta porque no sé qué siente. Sólo que se cambiaría por mí sin dudarlo, eso hace que se me empañen los ojos. Veo su impotencia cubierta con cientos de horas en la cocina haciendo diferentes purés, sé que hace más de lo que puedo comer, pero sé que así se siente útil... Por eso la dejo, dejo esa vía de escape. No queremos sufráis por nosotros, pero sé que es inevitable. 

No tengáis miedo. Somos fuertes aunque no lo sepamos. 





miércoles, 21 de octubre de 2015

Esos momentos


A veces me despierto por las mañanas adormilada, bueno, reconozco que siempre me despierto así. Lo que ocurre en ocasiones, mejor dicho, es que me despierto sin tener la percepción de que no me encuentro bien, es una sensación tan grata, tan reconfortante... Después poco a poco empiezo a volver a la realidad y creo que todo ha pasado, que ya me encuentro bien, que los días malos quedaron atrás, que son parte del pasado... y entonces vuelvo al aquí y ahora, al instante en el que estamos, al de verdad. Y, no, no es cierto que hayan pasado esos días, siguen ahí. Aún no estoy bien. Lo noto en el primer instante en el que voy a tragar saliva. 

Siempre me hablan de una señora a la que llaman paciencia, me dicen que la tenga, que todo pasará, así todos los días durante un año. Sí, lo sé, a algunos os la llevan más años nombrando, igual vosotros habéis tenido más suerte en la búsqueda. ¿Yo? Bueno, no me queda otra que compartir sofá con ella, sino creo que estaría dándome cabezazos contra una pared o llorando por las esquinas. ¿De qué me serviría? Pues de nada, absolutamente de nada. Bueno, seré sincera, claro que he llorado, de impotencia, de rabia, de desesperación cuando no dejaba de ahogarme minuto tras minuto y no sabía que hacer, sólo morirme de miedo durante unos segundos que para mí eran eternos. También he llorado de emoción, cuando me hablan de lo valiente que soy mientras yo aún no lo veo, que me digan palabras bonitas siempre me ha hecho llorar como una tonta. 

Han pasado momentos muy malos, terribles. Otros llevaderos. Otros de un montón de risas, de querer hacer mil cosas, de volver a ser yo, la de siempre. Momentos en los que me encuentro mejor pero no quiero decirlo muy alto, no sea que alguien se de cuenta y me los arrebate, no me dejo disfrutarlos mucho por miedo a que después la desilusión de su desaparición me entristezca. Vosotros no hagáis lo mismo, disfrutarlos, y hacer que los que están cerca los disfruten, esos que no dicen nada cerca de vosotros porque saben que ya tenemos suficiente. Hacerlo por ellos. Regalarles una sonrisa los días buenos, de los malos ya nos preocuparemos. 




domingo, 11 de octubre de 2015

Miles de dudas

Siempre he pensado que una de las peores cosas que existen a nivel emocional es el hecho de no saber, de desconocer las respuestas a aquellas preguntas que no nos dejan dormir o que nos tienen todo el día dándole vueltas. En realidad, si nos paramos a pensar, en ocasiones no tiene lógica gastar nuestras energías en ciertos temas, porque por muchas vueltas que le demos, no sabremos la respuesta, porque no depende de nosotros. No está en nuestra mano. Pero esta es la teoría, la práctica... eso ya es otro asunto. 

Yo tenía mil preguntas, cientos de dudas, que callaba en su mayor parte. Necesitaba tener a alguien que me las resolviera, que me las contestara para mi caso particular, para mi enfermedad en particular. Y miraba alrededor y no había nadie, nadie. Desde que me hicieron la endoscopia debían pasar seis meses hasta que me dieran los resultados. ¡Seis meses! Sin saber si es que estaba loca o si tenía cualquier enfermedad. Sin embargo antes de que llegara esta cita pude saber lo que me estaba ocurriendo, tenía una enfermedad rara o poco común (llamarla como queráis) Por lo menos era un paso. Sin embargo mis dudas seguían ahí, necesitaba un especialista que me tratara, que me explicara, que me informara. ¡Tenía tantas preguntas! ¡Tantas dudas! Me aferré con uñas y dientes a mi cita con digestivo programada para lo que para mí eran siglos, deposité en ella muchas ilusiones y esperanzas. No es que pensara que aquél día iba a salir de la consulta curada, pero si esperaba tener un gran apoyo, alguien que de verdad me entendiera a nivel físico y lo que aquello suponía en cierto modo a nivel emocional. Siento decir que aquellas ilusiones se hicieron añicos, se rompieron en mil pedacitos pequeños, minúsculos.