domingo, 9 de agosto de 2015

Después del comienzo...


Un día te encuentras escondiendo la comida en la cena de Navidad, y te preguntas por qué. Y sabes la respuesta, claro que la sabes. Eres incapaz de tragar, hacerlo se convierte en un suplicio, pero no quieres decirlo en voz alta, no lo entiendes, y no crees que los demás lo hagan. Los días van pasando, y tu vas cada vez peor, quieres aguantar, piensas que es algo momentáneo. Pero lo cierto es que no, esto ha venido para quedarse. 

Coges aire y pides ayuda, a gritos, esperanzada de que alguien sepa que es lo que te esta pasando y te deje tranquila, te libere de tu angustia. Pero entonces lo ves, caras preocupas que no te entienden, que piensan que estas agobiada, que algo psicológico te afecta de tal manera que repercute en lo físico. Y tú ya no sabes qué pensar. Sólo quieres que eso pare, que deje de pasarte, quieres descansar, sólo un día, sólo un día. Y lloras, lloras y lloras, y eso parece que evidencia aún más que tienes un problema que no es físico. 

Y comienza tu peregrinaje. El médico que no te entiende, que sólo pregunta que preocupaciones tienes y que si duermes bien. Cada vez que vas, las mismas preguntas. Agobio y más agobio. Temes volverte loca. Esto desquicia. Y sólo escuchas: "lo que tienes que hacer es comer" ¿Acaso no es lo que más quiero? Disfrutar comiendo, comer sin agobios, sin esta preocupación constante, sin este miedo, sin esta angustia. Sin sentir cada vez que comes que es como si te ahorcaran. Y ese miedo es el que comienza a instalarse en ti, cada vez más fuerte, y a ti te va haciendo cada vez más pequeñito.




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