domingo, 6 de septiembre de 2015

Cuando sale el sol


Aprendí que después de la tormenta siempre sale el sol, que hay días malos, pero que también los hay no buenos, sino días mejores. Sin embargo todavía en esos momentos no sabía aprovechar esos días que no eran tan desesperantes como otros. El miedo no me dejaba, miedo a volver a lo de antes, miedo a que todo fuera como lo era siempre, tan angustioso, tan desesperante. El miedo es muy poderoso, se aferra a ti y no te deja continuar, no te da ningún respiro. 

Trataba de no pensar en lo que pasaría los siguientes días. "Ya lo afrontaremos" me decía. Eso es algo que te dices para intentar darte ánimos pero no funciona. No puedes dejar de pensar y pensar. Al menos yo, que siempre he sido de las que tratan de tenerlo todo controlado y de las que le dan mil vueltas a las cosas. 

No sabía aprovechar esos días de respiro, quizá porque no eran buenos, sólo más llevaderos. Si sólo me ahogaba una vez al día para mí eso era un día bueno, sin embargo, no nos engañemos, no lo eran. El sol salía, sí, pero con esos rayos pequeños que te crean aún más ganas de que salga del todo, de dejar la chaqueta en el armario y disfrutar de su calor. Sin embargo, le costaba salir, y para mí, no era suficiente del todo. 



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